Poema 48

Tienes del archipiélago las hebras del alerce, 
la carne trabajada por los siglos del tiempo, 
venas que conocieron el mar de las maderas, 
sangre verde caída del cielo a la memoria. 
Nadie recogerá mi corazón perdido 
entre tantas raíces, en la amarga frescura 
del sol multiplicado por la furia del agua, 
allí vive la sombra que no viaja conmigo. 
Por eso tú saliste del Sur como una isla 
poblada y coronada por plumas y maderas 
y yo sentí el aroma de los bosques errantes, 
hallé la miel oscura que conocí en la selva, 
y toqué en tus caderas los pétalos sombríos 
que nacieron conmigo y construyeron mi alma.
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