Poema 3

En los bosques, perdido, corté una rama oscura 
y a los labios, sediento, levanté su susurro: 
era tal vez la voz de la lluvia llorando, 
una campana rota o un corazón cortado. 
Algo que desde tan lejos me parecía 
oculto gravemente, cubierto por la tierra, 
un grito ensordecido por inmensos otoños, 
por la entreabierta y húmeda tiniebla de las hojas. 
Pero allí, despertando de los sueños del bosque, 
la rama de avellano cantó bajo mi boca 
y su errabundo olor trepó por mi criterio 
como si me buscaran de pronto las raíces 
que abandoné, la tierra perdida con mi infancia, 
y me detuve herido por el aroma errante.